Sólo unas pocas diferencias sorprendentes entre las religiones y el evangelio pueden ayudarnos con la cuestión de la verdad:

  1. En todas las religiones, el hombre intenta llegar a Dios por sí solo, pero ningún buscador puede testificar verdaderamente: “He encontrado una relación personal con Dios, tengo paz en mi corazón, mi culpa está perdonada, tengo la seguridad de la eternidad”. vida.” En el evangelio de Jesucristo, Dios se dirige a nosotros. Con la cruz cierra la brecha del pecado y nos da la redención. Cualquiera que acepte esto puede testificar: “Porque estoy seguro de que ni la muerte ni la vida pueden separarnos del amor de Dios” (Romanos 8:38-39).
  2. Los anuncios proféticos del salvador en el Antiguo Testamento (p. ej. Génesis 3:15; Núm. 24:17; Isaías 11:1-2; Isaías 7:14) se cumplen literalmente. En ninguna religión existen tales profecías con anuncio y cumplimiento.
  3. Dios ha condenado todas las religiones como idolatría y hechicería (1 Cor 6:9-10; Gálatas 5:19-21; Apocalipsis 21:8). Ninguna de las muchas religiones tiene carácter salvador (Gal 5:19-21). Si hubiera alguien que pudiera salvar, entonces Jesús nos la habría recomendado y no habría tenido que sufrir la amarga muerte de cruz. Pero el Hijo de Dios fue a la cruz para obtener la única posibilidad de salvación. Por eso dijo: “¡Id por todo el mundo y proclamadlo a todos los pueblos!”
  4. Dios autenticó el sacrificio de Jesucristo mediante su resurrección de entre los muertos (Romanos 4:24-25). Es la única tumba permanentemente vacía en la historia del mundo: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Él no está aquí; ha resucitado” (Lucas 24:5-6). Todos los fundadores de religiones murieron y quedaron muertos. Sólo Jesús pudo decir: “Yo vivo, y vosotros también viviréis” (Juan 14:19).
  5. En todas las religiones el hombre intenta redimirse mediante sus acciones. El evangelio, por otro lado, es el acto de Dios (Is 43:24b; Juan 3:16). El hombre no puede aportar nada a la obra de redención en el Gólgota: fuimos comprados por precio (1 Cor 6,20).
  6. Las religiones asumen una imagen falsa de la humanidad y también pintan una imagen falsa de Dios. Sólo la Biblia nos dice quiénes somos y quién es Dios. No podemos cambiarnos a nosotros mismos para agradar a Dios, porque “estamos destituidos de la gloria que conviene tener delante de Dios” (Romanos 3:23).
  7. En ninguna religión Dios deja el cielo para salvar al hombre. En Jesús, Dios se hizo hombre: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

Por tanto, Jesucristo no es una alternativa a la religión. Él es su rechazo y rechazo. Es el único camino a casa: a la casa de Dios del Padre (Juan 14:6).